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Juan José Gómez Cadenas: La paradoja de Fermi

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Figuras grabadas en la placa de la sonda espacial Pioneer 10 informando a una posible civilización extraterrestre sobre la presencia de vida humana en la Tierra

Decíamos en el último post que la probabilidad de encontrar otras civilizaciones tecnológicas con las que poder comunicarnos, depende directamente de la longevidad de las civilizaciones. Nuestro cálculo (muy aproximado) arrojaba que:

Donde C es un número que puede valer alrededor del uno por mil (0.001). Imaginemos ahora qué condiciones tienen que darse para que no hayamos encontrado señales todavía. Dada la extensión del programa SETI creo que no es descabellado afirmar que si N fuera del orden de mil, habríamos detectado señales, pero si es del orden de 100 podrían habérsenos pasado por alto (no hemos barrido aún suficientes frecuencias). Pero si N vale 100 y C vale 0.001, entonces la longevidad de las civilizaciones es de cien mil años:

Y aquí viene la paradoja. Si en la galaxia hay del orden de cien civilizaciones tecnológicas, cada una de las cuales tiene cien mil años de edad (la distancia que nos separa del hombre de Cromañón), da igual que nosotros no les hayamos encontrado todavía. Deberían habernos encontrado ellos a nosotros.

Para comprender la lógica del argumento, imagine el lector, nuestra propia civilización tecnológica, que en la actualidad no tienen más de 100 años. Sin duda alguna, en los próximos siglos, tendremos que resolver algunos problemillas si queremos llegar, digamos hasta los 1000 años de longevidad tecnológica. Entre ellos: control del armamento nuclear, fuentes de energía y desarrollo (agrícola, urbano) sostenible, lo que a su vez probablemente implique control de la población, aumento de la longevidad, automatización del trabajo y (soñar es gratis) democracias igualitarias. No digo que todas esas utopías estén a nuestro alcance. Pero si no somos capaces de aproximarnos a ellas, dudo que nuestra civilización sobreviva.

Pero imaginemos que se da el milagro y allá por el año 3000 hemos superado la fase en la que devastamos el planeta y metido en cintura a generales, políticos y banqueros. Hemos evolucionado hacia sociedades justas, donde el trabajo está a cargo de robots y los ciudadanos se dedican de lleno a la ciencia, las artes, los servicios sociales y la mejora del ser humano. Los trabajos típicos en el año 3000 son: físico, pianista, eco-ingeniero, psicólogo del bienestar, creador de arte 3D… Y por supuesto, explorador. Por muy bien que nos vaya, es inevitable que el planeta se nos quede pequeño y es inevitable que, en cuanto dispongamos de la tecnología para ello, intentemos colonizar el sistema solar. Para el año 3000 los motores de fusión serán pan comido (de hecho, mucho antes) y estaremos explorando Marte, Mercurio, Júpiter y sus lunas…

Flash-forward al año 13000. Acabo de saltarme diez milenios de un tirón. Y otra vez, hay que asumir que nos ha ido bien, porque en otro caso suspendemos el examen de civilización longeva. Hemos tenido diez milenios (el tiempo que nos separa de la última glaciación, bastante antes de la invención de la agricultura o de la escritura) para explorar el sistema solar de arriba abajo, aprender a usar todos los recursos energéticos disponibles (en los planetas exteriores hay cantidades… planetarias… de hidrógeno para nuestros motores de fusión) y perfeccionar nuestras naves. Allá por el año 13000 sin duda estaremos enviando una flota a explorar la galaxia. Puede que en esa flota vayan humanos (los humanos de entonces, posiblemente muy mejorados biónica y genéticamente), puede que vayan robots inteligentes, o puede que vayan híbridos, cyborg mitad humanos y mitad máquinas adaptados al viaje espacial. Diez milenios de tecnología dan mucho de sí.

¿Dónde estaremos allá por el año 113000? No creo que sea descabellado asumir que llegaremos a viajar a fracciones importantes de la velocidad de la luz, quizá el 20 por ciento. Así que en cien mil años habremos llegado a unos veinte mil años de aquí, esto es, hasta el centro de la galaxia. Por supuesto, en el camino iremos colonizando los planetas que encontremos, estableciendo puestos avanzados, expandiéndonos en una red comunicada (aunque sea en diferido), tal como contaba en uno de los posts anteriores de esta serie.

Imaginemos ahora que esta historia se repite, no solo con nuestra civilización, sino con otras cien. Mientras que nosotros avanzamos desde el barrio periférico del Sol hasta el centro de la Vía Láctea, los killingon cubren la esquina opuesta y los vulcanos se mueven por el centro. En cien mil años nos da tiempo de sobra de encontrarnos todos y, dado que somos civilizaciones avanzadas y hemos superado la guerra, obviamente nos pondremos de acuerdo para formar la Fundación Galáctica con la que soñaba Asimov.

Imaginemos ahora, que en el año 113000 de nuestra civilización tecnológica (año 30000 de la Fundación) viven en un planeta de la estrella Vega unos tipos que acaban de inventar la electricidad, la energía nuclear y las hipotecas subprime (una civilización muy, muy atrasada, que lleva solo 100 años de tecnología y aún no se aclara). Nuestros veganos ponen en marcha un programa SETI… ¿Qué encontrarán?

¡Encontrarán una galaxia llena de gente! Terráqueos, Killingon, Vulcanos… Todas esas civilizaciones ancianas, tecnológicas y benéficas que acabamos de describir. De hecho, mucho antes de que los Veganos arranque su programa SETI, habremos pasado por allí en la expansión terráquea. Si por una casualidad se nos ha pasado por alto, apenas enchufen sus antenas podrán asistir en directo a la liga de Champions en su versión galáctica.

Y esta es la paradoja de Fermi. La ecuación de Drake indica que la única solución que permite una galaxia plural, en las que las civilizaciones coexisten, requiere que estas sean muy longevas. Si son muy longevas, presumiblemente son muy avanzadas (sostenibilidad), pacíficas (en otro caso tienden a destruirse pronto) y exploradoras (para no aburrirse). Pero si eso as así han colonizado la Vía Láctea y deberíamos haberlas  escuchado, deberían habernos visitado ya.

Y no escuchamos a nadie y nadie, que se sepa, nos ha visitado. Por tanto, o no hay civilizaciones tecnológicas longevas en la galaxia y, efectivamente, estamos solos (o solos en la práctica, demasiado separados en el tiempo y la distancia de otros náufragos de la Vía Láctea) o existe una conspiración (un club galáctico avanzado que nos observa pero aún no nos ha concedido el carnet de socios, lo que de paso exige que ET no se comunique en la banda electromagnética), o bien nadie abre la boca en la galaxia por la cuenta que le trae. Aquellos pardillos que delatan su presencia son aniquilados por…

¿Por quién? ¿No hemos quedado en que las civilizaciones avanzadas deberían ser pacíficas? Bueno, no necesariamente. Quizá existan otras soluciones evolutivas, como la formación de enjambres mecánicos (robots carentes de empatía con nuestras formas biológicas, dotados de inteligencia y organización social distribuida, tipo insecto social) que atacan y destruyen cualquier posible competición en la galaxia. Quizá la Vía Láctea es como una selva primigenia y nosotros unos pardillos llamando la atención de todos los depredadores de la zona…


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